La sociedad abierta es una metáfora acerca del reino de la libertad en un ambiente de pluralismo, respeto al derecho y los derechos humanos. Representa el gobierno de las leyes, con instituciones democráticas fuertes, cuyos gobiernos se construyen y mantienen en condiciones de paz, bajo reglas jurídicas y políticas en las que prima el dialogo razonable en el espacio público y se proscribe el dominio de la violencia en la política. En la sociedad abierta, el individuo digno y libre es el centro y corazón, por tanto, la sociedad y autoridades civiles tienen el deber de asegurar su individualidad. Como fin de fines, la sociedad abierta solo puede ser limitada en forma excepcional, siempre y cuando sea en beneficio de la individualidad. Guiada por el concepto de humanitarismo y regida por un derecho cosmopolita, es lo contrario a la sociedad cerrada y al tribalismo que fomentan los discursos totalitarios por fuera del derecho. Bajo ninguna circunstancia, el individuo puede estar al servicio del gobierno ni de los Estados, sino que el gobierno y los Estados tiene que estar al servicio de los individuos y del humanistarismo. En consecuencia, la democracia y el estado de derecho están al servicio de la libertad. Esta es la cosmovisión de la filosofía político-jurídica y de la democracia en Karl R. Popper, en la que enarbola un discurso antitotalitario en tiempos del dominio de estas corrientes en Europa; discurso que conserva su vigencia para fundamentar y justificar la sociedad liberal.