El objetivo del artículo es esbozar las posibilidades de un filosofar que, atendiendo al expreso llamado fenomenológico que piensa la filosofía desde la cotidianidad, responda al hacer de quien filosofa. En este caso, si se piensa la filosofía en relación con las niñas y los niños, la coordenada necesaria del filosofar debe ser lo que consideramos aquí su forma privilegiada y ontológicamente definitoria de interacción con el mundo, a saber: el juego. En este orden de ideas, y a través de un abordaje de corte fenomenológico-hermenéutico, se destaca la posibilidad lúdica de la filosofía, a partir de una comprensión ontológica heideggeriana de la existencia. En virtud de lo comentado, el primer acápite del texto introduce los nexos positivos que se tienden entre el juego y el proceso de aprendizaje de las niñas y los niños. En el segundo apartado, se retoman los análisis ontológicos heideggerianos sobre la existencia para destacar que el trato cotidiano con el mundo privilegia estructuralmente, en la infancia, el juego como forma de especialización de nuestra relación con las cosas. Finalmente, y afirmado el privilegio de la relación lúdica con el mundo en la infancia, se destaca entonces la posibilidad ontológico-estructural de un filosofar que, si parte de la existencia misma y de la cotidianidad, en el caso de las niñas y los niños debe volver justamente a su forma privilegiada de trato con las cosas: un filosofar lúdico.