Despojada de toda dignidad viajaste, desde la cuna de la humanidad, en un barco mugriento con olor a muerte. Acompañada de ese olor nauseabundo a enfermedad y desechos humanos de aquellos a los que amaste.
 Viajaste durante meses, limitada por cuatro maderos de escasos metro y medio por cincuenta, mientras tu cuerpo magullado y violado temblaba de miedo por la incertidumbre del futuro.
 Una pesadilla en vida, a plena luz del día. Viajaste sin saber que serias una de las cuarenta millones de almas a las que la historia olvidaría.