La idea de justicia, influida por el pensamiento liberal, ha sido mediada por la posibilidad de alcanzar un consenso racional entre individuos libres y autónomos, cuyo sustento se encuentra en una idea de la naturaleza humana que restringe las emociones en favor de la racionalidad y, con ello, define la separación entre política —entendida como conflicto— y derecho —entendido como consenso—. Tal separación debe ser superada por un modelo de justicia capaz de sustentar el conflicto político, que reconozca la naturaleza humana desde las emociones y fundamente una comprensión de la democracia como puente entre el derecho y la política, en tanto mecanismo de compromiso capaz de canalizar el conflicto y, a partir de allí, dotar de legitimidad al Estado y a la Constitución para proteger a las minorías.