“Vení, vamos a escuchar melodías”, eso decían en el barrio, en la esquina, para referirse al tango. Y por ahí, en radios y radiolas, brotaban “Marion”, “Buscándote”, “Recién” y aquel valsecito ineludible y sentimental, cantado por Alberto Podestá: “Bajo un cielo de estrellas”. El barrio tenia canciones. Era entonces una congregación de emociones, de encuentros y saludos. Había olor a ladrillo, a polvo de caminos, a uniformes de colegialas. Que diversidad era el barrio, con su futbol callejero, con piedras como lluvia sobre algunos entejados, con ventanas que cantaban por las noches.