El objetivo de este artículo es desarticular dos prejuicios acerca de San Isidoro de Sevilla. El primero, que plana también sobre el conjunto de los pensadores medievales, lo situaría como un individuo absolutamente aislado de los problemas sociales de su tiempo, que desarrolla un sistema filosófico carente de toda raíz viviente. El segundo, sería el de apostillar sus Etymologiae como «mala filología», por el simple hecho de no adecuarse a los parámetros de la moderna ciencia filológica. Ambos prejuicios, como se va a argumentar, carecen de fundamento.