La evaluación educativa ha sido, desde tiempos inmemoriales, una herramienta esencial en el proceso enseñanza-aprendizaje, siendo un reflejo de las prácticas pedagógicas y los valores socioculturales de cada época. Sin embargo, en las últimas décadas, con el advenimiento de un mundo cada vez más globalizado y en constante cambio, la demanda de una educación orientada a la formación en competencias se ha incrementado considerablemente. Por tanto, se definió como objetivo analizar desde una perspectiva histórica e investigativa la evolución conceptual de las prácticas evaluativas de los docentes para la formación en competencias. Metodológicamente se fundamentó en un análisis documental cualitativo hermenéutico. Se concluyó que la evaluación en el proceso educativo es crucial cuando se comunica al estudiante con la finalidad principal de mejorar los resultados. Esto permite la creación e implementación de estrategias para potenciar habilidades, superar desafíos, enriquecer el pensamiento y mejorar las competencias, todo ello vinculado al fortalecimiento de la motivación y el compromiso educativo. La evaluación llevada a cabo por los educadores debe ser integral, considerando diversos aspectos que contribuyen al aprendizaje, enfatizando la importancia de los componentes conceptuales, emocionales, procedimentales y conductuales. La evaluación se ha consolidado como una herramienta esencial para determinar y calificar el nivel de aprendizaje de los estudiantes en relación con las metas académicas propuestas al comienzo del ciclo educativo. Se utiliza para determinar cuantitativamente dónde se sitúa un estudiante en su trayectoria de aprendizaje, involucrando acciones de estimación, juicio y apreciación.