Los escritores son poderosos. Su palabra juega con nuestras dudas y certezas, dirige, enreda. Como todo gran escritor, nuestro Nobel es, sin duda, un gran seductor, un mago que nos deslumbra, en particular a los caribeños, colombianos y latinoamericanos, por su maestría para reproducir no sólo la historia sino la realidad más íntima de nuestros pueblos; porque nos vemos en sus libros ante un espejo que nos Magnifica, nos hace interesantes, graciosos, dignos de la mirada universal, aún desde nuestras miserias.