El COVID-19 es la enfermedad provocada por el SARS-CoV-2, el virus que desencadenó la instauración de medidas preventivas de confinamiento desde principios de 2020. En un inicio, se identificó a la proteína S del virus como la “llave” que, dada su gran afinidad por el receptor ACE2, promueve la entrada al cuerpo humano. ACE2 se encuentra expresado en diferentes tejidos, y por lo tanto, son más propensos a presentar alteraciones al estar expuestos al virus. En el encéfalo encontramos dos regiones con ACE2 altamente expresado: 1) el bulbo olfatorio, razón por la cual se sugiere que esto puede facilitar la entrada del virus hacia el SNC, e incluso se considera que explica la pérdida de olfato y 2) el tallo cerebral, que resulta de especial importancia porque el complejo Pre-Bötzinger se sitúa embebido en dicha estructura y regula el ritmo respiratorio mediante la coordinación de quimiorreceptores que sensan la saturación de O2 y CO2, lo que da paso a un decremento en el suministro de oxígeno. Además, parte de las alteraciones en el SNP se piensa que se generan a partir de la interacción del virus con los nociceptores dando paso a síntomas como dolor muscular y de cabeza.