La producción ganadera en Colombia se basa en el pastoreo y los recursos forrajeros provienen principalmente de gramíneas (GF), leguminosas (LF) y/o arbóreas (AF), los cuales pueden contener metabolitos secundarios como taninos, saponinas, compuestos fenólicos y alcaloides, y que dependiendo de su concentración pueden causar efectos negativos a nivel fisiológico y/o nutricional o modular en forma positiva el ecosistema ruminal de los animales [1]. Definir una metodología única para cada uno de los compuestos y los tipos de forrajes en el marco de la biodiversidad colombiana genera un reto para explorar la potencialidad de los recursos forrajeros de los sistemas de producción colombiana. La espectroscopia de infrarrojo cercano (NIRS) está siendo usada para determinar la composición de macro-componentes de los forrajes [2] y podría ser utilizada para predecir la concentración de metabolitos secundarios.