Bajo la premisa del carácter geográfico de las instituciones curativas de la segunda mitad del siglo XIX, y teniendo como base una concepción de enfermedad explicada desde el desbalance promovido por una atmósfera malsana, este artículo estudia los jardines y parques de los baños termales y analiza su aporte en la caracterización de la terapéutica decimonónica y en la proyección cultural de estos sitios. Este estudio propone que estas áreas verdes se constituyeron como unidades estructurales de los establecimientos de baños nacionales en términos médicos, comerciales e identitarios, en tanto aportaron a la racionalización de su paisaje rural, dotaron de un profundo sentido curativo a su propuesta balnearia y aportaron a su pervivencia en el tiempo.