Un deseo intenso de rescate por la cultura y costumbres debería imperar en el siglo XXI. La tecnificación e insensibilidad con la que luchamos debe ser contrarrestada por las sendas antiguas en cuanto al rescate de principios, valores, fundamentos para vivir en armonía con todos los seres vivos del entorno. Una vida sencilla que nos haga ver lo realmente importante, que es mirar a los ojos y reconocer la sabiduría de los ancianos, sentir los olores de la cocina tradicional, prevenir la desarmonía o enfermedad o curarnos con la fe y usar recetas ancestrales, escuchar el consejo y las tradiciones de los abuelos y cocer alrededor del fuego historias inacabadas que deben seguir siendo escritas por nuestros niños y jóvenes [Fragmento de texto].