Este artículo es una apuesta por transitar nuevos caminos, por re-correr conceptos e ideas de la lúdica, que existen y que nos han indicado la ruta que hasta el momento hemos aprehendido e interiorizado como opción actitudinal, como apertura del desarrollo humano mediante el goce y el placer. La modernidad ha hecho gala de su influencia a través de su dualismo, siendo éste incisivo en la comprensión y formación de los conceptos subjetivos que hoy nos acompañan en este presente, y la lúdica no ha escapado a ello; al contrario, se mimetiza en un discurso polifacético y rico en adjetivos que denotan seres integrales y singulares, pero en su trasfondo podemos develar una objetividad, una operatividad del discurso lúdico que resulta permeado por el discurso moderno, donde la relación causa efecto se hace relevante en la medida en que se sigan satisfaciendo necesidades, ausencias, lo que conlleva que la lúdica no sea vista como un proceso sino como estados del ser, lo que permite vislumbrar una fragmentación del mismo. Conceptos como el deseo, a partir de Deleuze, nos permiten evidenciar otras formas, otras perspectivas, otras ideas y otros caminos que la lúdica no ha considerado. Tal hecho nos motiva a "sacudirnos" un poco en esa línea recta, donde la lúdica solo ha abrazado los aspectos positivos y el bien-estar del ser humano, como factor preponderante en su teoría.