Fragmento
 Discurso pronunciado en la ceremonia religiosa celebrada en memoria del Doctor José Félix Patiño Restrepo, en la capilla de los santos apóstoles del Gimnasio Moderno en Bogotá. Amigos todos: en esta ceremonia religiosa que se celebra en memoria del doctor José Félix Patiño, quiero presentar ante todo un saludo afectuoso y profundamente doloroso a sus hijas Mariana, María Isabel y María Olga, a su hermana María Cristina, a sus nietos y nietas, y a todos los miembros de su adorable familia. Un afecto que se extiende, además, a la memoria siempre viva de Blanca Osorio, su esposa, de su hija Lucía y de Mercedes, su hermana, que se anticiparon a José Félix en su viaje a la eternidad; y un saludo también muy especial a sus discípulos y amigos que le acompañaron de cerca en la etapa final de su extraordinaria parábola vital. En momentos como este, de abatimiento y de dolor espiritual, surgen en mi memoria recuerdos más amables de otros días que pugnan por salir. Conocí a José Félix cuando aún no habíamos cumplido los 10 años de edad y fui su amigo y, más que amigo, su hermano desde entonces. Recuerdo que jugábamos con bolas coloreadas de cristal, un juego al que extrañamente le dábamos el nombre de “todos ganan, nadie pierde”, una especie de ingenua postura filosófica infantil que ambos habríamos de recordar y aplicar en diversas circunstancias de la vida adulta.