Hay un acuerdo generalizado en las disciplinas humanísticas en comprender la misoginia tal y como lo indica su etimología: odio a las mujeres. El objetivo de este artículo es hacer una revisión crítica de este uso del concepto de misoginia y proponer un sentido más preciso del mismo. Este ejercicio de clarificación conceptual se compone de tres partes. Primero, se evidencia que las motivaciones que desencadenan las reacciones misóginas no son siempre originadas por el odio, en algunos casos están entretejidas con amor o afecto. Segundo, se subraya la estrecha relación de la misoginia con el patriarcado y así se muestra que esta es esencialmente un fenómeno político más que una patología psiquiátrica o una tendencia psicogénetica exclusiva de los hombres. Por último, se señala que la misoginia es un mal moral porque se sustenta en juicios falsos y demandas irracionales de bienes morales que dañan gravemente la dignidad de las mujeres y que son amparadas por el mismo sistema patriarcal. Se concluye que el desplazamiento de la misoginia del campo de lo psicogenético al campo político y moral hace posible comprenderla como un fenómeno más cotidiano y recurrente, y como un mal sociopolítico que debe combatirse de manera colectiva.