El capitalismo produce relaciones sociales engendradas por el racismo, el sexismo y el clasismo, que lo estructuran y retroalimentan. En Brasil, desde el proceso de transición de la esclavitud al trabajo libre, la población negra ha enfrentado innumerables formas de violencia perpetradas por el racismo, marcado por el sistema colonial y que toma nuevas configuraciones en el capitalismo y su estado neoliberal con carácter penal, impidiendo el acceso a políticas sociales y al trabajo. Esta lógica tiene en la política de drogas basada en la retórica de la guerra el principal mecanismo de aplicabilidad del juvenicídio. Es a partir de esta lectura que tejemos reflexiones sobre la realidad de los jóvenes negros, pobres y periféricos, considerándolos como un segmento social sobre el que recae una enorme carga de mecanismos opresores.