En este artículo se analiza la tesis de MacIntyre que sostiene la dimensión biológica o animal del ser humano, como la condición privilegiada mediante la cual puede reconocerse el carácter vulnerable y dependiente de los agentes morales. Este punto de partida permite argumentar a favor de las virtudes relacionadas con la reciprocidad, y cuestionar la idea del ser humano como un individuo solitario, sin ataduras afectivas y morales. Veremos que este planteamiento presenta algunas dificultades que serán examinadas al final del texto, y que su posición, aunque valiosa, no puede tener prioridad frente a la concepción moderna del individuo.