Pensar el desarrollo como objetivo universalmente deseable ha conducido a la construcción de un debate acerca de cuál es el camino más rápido y eficiente para alcanzarlo, lo que ha representado una tensión dialéctica entre la economía ortodoxa y la economía heterodoxa. Resultado de la experiencia de los países industrializados se han elaborado “recetas para el desarrollo”, consideradas válidas universalmente e impuestas a los países en vías de desarrollo. Empero, el fracaso de estas en los nuevos territorios ha demostrado que el desarrollo no es un proceso homogéneo, objetivo. Por el contrario, la experiencia en las latitudes del “tercer mundo” y la actual crisis económica mundial ha evidenciado que lograr el desarrollo conlleva a la conjunción de fenómenos sociales complejos, comprensibles solo a través de la interdisciplinaridad, donde las instituciones juegan el rol de estructura comunicante entre las diversas disciplinas científicas.