Las hojas cargadas de frases insospechadas se deslizaron sobre la mesa, reafirmando la sentencia del editor: no vale la pena escribir más sobre este asunto. Héctor volvió a casa con la sensación del deber incumplido. El rumbo de su investigación se había tornado difuso y sus primeras conclusiones eran tan alarmantes como improbables. No resultó difícil adivinar el rechazo que provocaría su historia en el diario para el que trabajaba, pues surgía justo en el tiempo en el que las únicas páginas que merecían tal atención eran aquellas que se referían al caso de la compañía Air Cup - propietaria del misterioso avión comercial que se desintegró en el aire, mientras volaba de Barcelona a Düsseldorf-.