La atención puesta por la comunidad internacional sobre los temas ambientales no constituye ninguna novedad; desde los años 70, han proliferado un sinnúmero de tratados, protocolos, acuerdos, cumbres, organismos e instituciones en la búsqueda de lograr acciones concertadas entre los Estados a fin de enfrentar una problemática global. Sin embargo, y ya bien entrado el siglo XXI, su falta de operatividad muestra la distancia que existe entre los objetivos propuestos por las distintas instancias y los instrumentos que posibilitarían al menos paliar parte del problema. Si bien son innegables los avances -muchos y variados, sobre todo en ciertas regiones del planeta-, los temas ambientales parecen haber caído en el campo de la retórica.