Objetivo: Discutir el papel de la educación superior como mecanismo homogeneizador, productor y reproductor de la cultura, desde una ubicación histórica concreta: la Modernidad, que en Occidente ha representado una mayor valoración de la educación como la instancia en la que se materializan los objetivos del proyecto de la filosofía de la Ilustración. Resultados: se discute cómo los procesos de moldeamiento ocultan razones históricas de la pobreza y la miseria, se caracteriza un sistema global de exclusiones y exfoliación del mundo a favor de unas cuantas naciones, que, gracias a la guerra y a sus políticas imperialistas, han logrado capitalizar para sí, no sólo los recursos materiales sino además los ideológicos, imponiendo en un proyecto civilizatorio en sus maneras de interpretar la realidad. Se finaliza presentando una pérdida del valor intelectual que la universidad encarnaba desde lo que se denomina docto o formación, que estaba orientada desde los intereses y potencialidades del educando. Pasa a recubrir ese valor intelectual la satisfacción de necesidades de formación establecidas y direccionadas, cada vez más desde el management y las agendas políticas estatales. Conclusiones: La academia podría proponerse deconstruir el ejercicio de jerarquización producido por modelos extranjeros, comprendiendo cómo es que la realidad que vivimos fue impuesta.