Más que una historia cultural o un análisis de la acción cultural, Margot Andrade presenta una historia de Colombia a través de la acción diplomática francesa. La noción de cultura, que en un principio aparece asociada en su exposición a la producción artística y literaria o a la enseñanza del francés, se articula progresivamente en las páginas del libro a un conjunto amplio de iniciativas. La diversificación de los objetivos de la acción cultural durante este periodo respondió no sólo a un cambio en la manera de concebir la labor diplomática y el perfil de los funcionarios, sino que también constituyó una respuesta al auge de los organismos de cooperación internacional a partir de la década de 1940. La pregunta que el libro plantea es, por lo tanto, ¿cómo, en un contexto marcado por la hegemonía científica y económica de Estados Unidos, la diplomacia francesa logró adaptar sus objetivos y mantener su presencia en el país? Apoyándose en una revisión rigurosa de los archivos diplomáticos franceses, Margot Andrade aporta varios elementos para responder este interrogante. Su narración se apoya en la descripción de cuatro momentos que marcaron la orientación de la política cultural: el paso por Colombia de Paul Rivet y su participación en las labores de la Misión Pasteur Vallery Radot y Raymond Ronze, en 1945; la elaboración del primer Plan de Acción Cultural firmado por las dos naciones en 1948 y cuya ejecución se inició en 1952; la visita de Charles de Gaulle en el marco de la instalación de la primera Misión Mixta, en 1962; y, por último, la firma del acuerdo de cooperación cultural de 1970.No obstante la importancia que para la historia institucional del país tuvo la participación de la Misión Kemmerer en la reforma administrativa de 1923, si se compara con el interés que desde la década de 1970 se le ha atribuido a la historia colonial, son pocas las investigaciones que se han interesado por estudiar la historia administrativa del siglo xx. La circulación y la adopción de nuevas prácticas administrativas ha sido un aspecto poco explorado por la historiografía colombiana e internacional. En este sentido, L'action culturelle française en Colombie 1930-1970 ofrece una perspectiva interesante que resalta la contribución de las misiones culturales francesas al crecimiento y ampliación de las funciones del Estado colombiano. La autora muestra que Francia desempeñó un papel crucial en la creación de varias de las instituciones representativas del periodo gracias a su pericia en el tratamiento de expedientes sensibles como la transformación del mundo rural, la profesionalización de la burocracia y la evolución del mercado laboral. Así, de la mano de Paul Rivet, la acción cultural francesa impulsó la creación del Instituto Etnológico Nacional (1941), organismo que permitió prolongar varias de las iniciativas que se desarrollaron durante la década de 1930 para responder a los problemas que planteaba el gobierno del mundo rural. No menos importante fue su colaboración en el nacimiento de la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP) en 1958, que, entre otros, tuvo como objetivo profesionalizar la carrera administrativa, creada en 1938 por Eduardo Santos. Así mismo, fue gracias a los intercambios culturales entre Francia y Colombia que nació el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), en 1957. A lo anterior se añade la asesoría técnica para la instauración del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), en 1968, y la colaboración en la fundación del Instituto Colombiano de Reforma Agraria (INCORA), en 1961, o del Instituto Colombiano de Agricultura (ICA), en 1962.Uno de los aspectos que dificultan la adhesión del lector a las tesis de Margot Andrade es la debilidad de su aparato de citación. En éste, destaca la ausencia de referencias a la historiografía colombiana reciente y, por lo tanto, la falta de problematización de las fuentes consultadas. Si bien existe un esfuerzo por facilitar la comprensión del periodo a través del uso de estereotipos como el de la Colombia del café o de la modernidad, éstos impiden renovar el debate sobre el uso de categorías tradicionalmente empleadas para describir la realidad del país. ¿Cómo afirmar que Colombia es un país moderno cuando la mayor parte de los problemas evocados por el libro siguen aún sin resolverse? A pesar de que la escritura no respeta por momentos la cronología del periodo y los capítulos, a veces de una página, no siempre responden a las expectativas del lector, el público interesado en la historia de los modelos administrativos en el siglo xx encontrará en este libro un trabajo estimulante e indispensable, que plantea nuevos horizontes y siembra la discordia allí donde todo parecía evidente en la historia de las relaciones internacionales.