Este artículo recupera algunos momentos importantes de los encuentros y desajustes entre el psicoanálisis y la Revolución rusa. No es casualidad que el psicoanálisis haya jugado un papel crucial en los primeros años de la Revolución, haciendo espacio para la reflexión sobre el nuevo hombre soviético. De esta manera es que Wilhelm Reich visita la URSS en 1929, afirmando que muchos de los cambios introducidos por la Revolución estaban en línea con sus teorías. Sin embargo, poco después critica el retroceso en el campo de la sexualidad, que ocurriódesde la década de 1930, al que le atribuye un papelimportante en la burocratización de la Revolución.En este sentido, Reich no difiere mucho de Freud, quien en varios puntos de su carrera intelectual hacereferencia a la experiencia soviética y es escépticosobre la univocidad de las cosmovisiones y el carácter ilusorio de las promesas de extinción del malestar. Si consideramos relevante reanudar este debate, es porque plantea para el psicoanálisis la cuestión de su posibilidad de escuchar voces históricamente proletarizadas y, para los revolucionarios sociales, el problema de mantener un discurso que no sea seducido por la tentación totalizante.