En las primeras civilizaciones la guerra tenía una connotación de arte, de honor y honra para la defensa de los pueblos, de las naciones, y la protección de esos principios insignia que los convoca.Desde la antigüedad asumió el carácter de arte y, para ello, se basó en principios que, remotamente, fueron el trasluz del ius ad bellum.Sociedades más antiguas que Grecia y Roma, estimaron que no toda persona podía convertirse en soldado, y para ello debían elegirse los mejores, los más hábiles, los que asumieran la formación tendiente a combatir con el respeto, la dignidad y la entrega que ameritaba su organización política.Pero llegaron las guerras mundiales y esa práctica dio un giro radical.La tecnología hizo posible que la guerra se fuera despersonalizando y pudiera hablarse de ejércitos en masa, soldados reemplazables, los generales ya no enfrentaban el combate en los campos de batalla sino ocultos en grandes castillos, direccionando las estrategias militares como si se tratase de un juego de mesa.Todo ello hizo más ostensible la brecha que separa a jerarcas de subordinados.
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Health and Conflict Studies
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FuenteJANUS NET e-journal of International Relation