FRAGMENTO.
 Los lunes por la mañana en el Hospital Universitario de San Ignacio en Bogotá, alcanzaba a ver las manos arañadas y pulladas del Profesor Ernesto Bustamante. Había pasado el fin de semana en su finca en las afueras de Bogotá cuidando su cultivo de rosas, esas flores que, cuando nacen en Colombia, son las más apetecidas del mundo, con todo y sus espinas que accidentalmente lesionan las manos de quien con pericia y celo las protege.
 Durante años nos acostumbramos a ver las hábiles y dóciles manos del Maestro maltratadas por una de sus grandes pasiones, que al mismo tiempo lo llenaba de energía positiva, de amor, de ánimo inspirador de gratitud, respeto e inspiración. Yo pienso que el lenguaje simbólico de la generosidad es la docencia, el desprendimiento de conocimientos de un maestro para trasladárselos a sus alumnos, esperando que lo superen y vuelen todavía más alto. Tuve la fortuna de tener al mejor a mi lado durante dos décadas y media.