En este ensayo se plantea que la enseñanza de la lógica formal, en función del desarrollo de las habilidades esenciales de pensamiento crítico, debe enmarcarse en la enseñanza situacional (o cognición situada) a través del análisis y la evaluación de los argumentos auténticos que pululan en la realidad inmediata, para dar cuenta de los límites y alcances que tiene la misma lógica formal. La consecuencia pedagógica de esto es mostrar una lógica que trasciende así misma con el fin de validarse como una herramienta útil para el análisis y evaluación de argumentos; y que luego, en su inmanencia, se retrae para reconocerse falible y en continua revisión, para así poder o no ser inscrita en relación con el desarrollo de las habilidades del pensamiento crítico.