El siguiente ensayo intenta extender la conmemoración bicentenaria que se festeja desde el 2010 en la América Latina. En 1816 muere el general Francisco de Miranda en la ciudad de Cádiz, España, olvidado de todos aquellos que le habían admirado. Limpiar y rescatar su nombre fue apenas un tímido paso para devolver este hijo a la historia que le reclamaba por ser fundamental para comprender la importancia de la era emancipatoria. El texto se desarrolla desde una nueva interpretación del óleo de Arturo Michelena titulado Miranda en la Carraca, pintado en 1896, haciendo una crítica a la lectura que hace Juan Calzadilla sobre esta magna obra. A partir de esta obra se desarrolla una serie de análisis y reflexiones, en la que se desea descubrir a un Miranda humano y derrotado por las adversidades, sustentado en la teoría de la vida cotidiana de Berger y Luckman, como bases para la comprensión de los sucesos históricos que son forjados por categorías como la expectativa, la espera, la mirada, el estar pendiente, y una nueva a la que se le ha denominado luz tenue. Si bien se intenta mostrar a un Miranda mitificado, recuperado de los diversos olvidos, el Miranda histórico, el real, el antimicheleano cobra vida e importancia, y se logra confrontar con un héroe que se convierte en mito como tantos otros, con el objetivo de forjar nacionalismo tan necesario para darle solidez a las naciones sudamericanas.