Desde tiempos antiguos las matemáticas ha sido catalogada como parte del saber de gente sabia, siendo un área básica en la vida de los griegos, los romanos, egipcios y otros pueblos. Las personas que sabían orientar las matemáticas eran reconocidas por saber aplicar los sentidos lógicos a las situaciones que requerían, del medio y la época. Con fundamento en Aristóteles, la facultad intelectual puede ser asimilada a un preámbulo hacia la episteme (del verbo scio saber y ciencia o epistemai de saber bien con dominio), y culmina con la sabiduría. Esta facultad se constituye en el primer paso del proceso de aprendizaje desde el contacto directo con la realidad externa a través de sensaciones, especialmente manifiestas desde el campo visual como evidencia de la curiosidad, de la necesidad de saber y de allí al despertar de la necesidad de aprender que todo ser humano manifiesta desde su naturaleza humana.