Una afirmación del sentido común y la cultura política de nuestro país es aquella que enarbola que Colombia es una nación de leyes, además de ostentar otro calificativo como el de ejercer la democracia más antigua de Latinoamérica o, en tiempos más recientes, que es el país más feliz del mundo y que se han instalado en el imaginario social y mediático como un discurso para hablar de la “colombianidad”. Una mirada a la historia nacional le da cierto crédito a la imagen de un país de leyes, desde la figura de Camilo Torres Tenorio con su memorial de agravios; la llegada y traducción de los derechos del hombre y el ciudadano por Antonio Nariño, y la fuerte relación de personajes de la política con las letras, la filosofía y el derecho, pueden ser ejemplos breves del uso e impronta de la ley en la configuración de la nación colombiana.