La enfermedad cerebrovascular (ECV) es una patología con una alta tasa de morbimortalidad. Los adultos jóvenes, que se ubican entre las edades de 15 a 50 años, representan hasta el 15 % de los casos. Aparte de los factores de riesgo tradicionales, también se observan otros factores como: consumo de cannabis, cocaína y metanfetaminas. La ECV de origen isquémico sigue siendo el evento cerebrovascular más frecuente, sin embargo, el porcentaje del hemorrágico aumenta en comparación con el resto de la población adulta. Otras causas incluyen: malformaciones arteriovenosas, aneurismas, cardiopatía embolica, enfermedades autoinmunes, trombofilias, entre otras patologías. La clínica es muy variada, pudiendo cursar con síndrome piramidal caracterizado por hemiplejia o hemiparesia, alteraciones en la marcha, hiperreflexia, hipertonía e hipotrofia. Además, el paciente puede presentar afasia, crisis epilépticas y síndrome vestibular. Sin embargo, existen casos en los que no se evidencian factores de riesgo clásicos y el diagnóstico etiológico se vuelve un reto, haciendo necesario la realización de estudios más especializados en búsqueda de la patología de base desencadenante. El abordaje terapéutico siempre va a estar acompañado de la detección y el manejo de la causa desencadenante.