El orden mundial liberal que lidera Estados Unidos desde el fin de la guerra fría está basado en un estándar de civilización que contempla dentro de sus requisitos la protección, promoción y difusión del modelo del Estado moderno: soberano, independiente, democrático, respetuoso de las libertades y derechos fundamentales, capitalista y globalizado. Con el fin de garantizar la preservación del orden liberal, Estados Unidos y sus aliados adelantan desde hace más de tres décadas acciones diplomáticas, políticas, sociales, económicas y culturales en defensa del cumplimiento de dicho modelo de estatalidad. Sin embargo, estos esfuerzos paradójicamente lejos de contribuir a la consolidación del Estado moderno, indirectamente han terminado socavando sus principios fundamentales, comprometiendo el estándar de civilización y, en consecuencia, la estabilidad y perdurabilidad del propio orden liberal que pretenden salvaguardar.