El artículo indaga las formas en que el tacto es tabuizado, lo que representa el inicio de una escalada que normaliza las formas de represión, cuya expresión más álgida es castigar a quienes hacen uso de este sentido: niños y personas ciegas. De ahí que plantee la intersección entre discapacidad y necropolítica como formas de neorrepresión que estructuran la cotidianidad de sociedades capacitistas. Entre las conclusiones encuentra cómo el imperativo “¡no toques!” deviene una orden acatada a lo largo de la vida.