En el desarrollo del pensamiento filosófico de Colombia, respecto al resto de los países latinoamericanos, se aprecia algo similar a la situación que confrontó España en relación con Europa en los momentos de la entrada de la modernidad, cuando las fuerzas retardatarias de la Iglesia obstaculizaron la penetración de las ideas renovadoras. Si bien desde finales del siglo xvii, gracias al incremento de las relaciones mercantiles, hubo cierto auge económico que repercutió en todas las esferas de la vida cultural de ese país y en especial en su vida filosófica, nunca llegaría a alcanzar por entonces la fuerza que fue tomando esta actividad intelectual (Nieto, 1983b, p. 15)116 en otros pueblos latinoamericanos.