El modelo de gestión curricular por competencias constituye la alternativa que ha ganado mayor aceptación institucional y que prevalece como orientación fundamental de la educación escolarizada. Es una respuesta a la crisis de la cultura y de la educación que enfatiza en las soluciones tecnológicas y en la epistemología científica que les corresponde. También ha sido fuertemente criticado por sus supuestos y por sus implicaciones (Martínez Boom, 2004). Sin embargo, como orientación básica de esta indagación, se tiene el dialogar a partir de los conceptos, valores y opciones vigentes, sin que ello implique asumirlas acríticamente, pero sin que se les rechace debido a prejuicios no suficientemente examinados (Gadamer, 1977). El modelo de indagación hermenéutica que se ha propuesto explícitamente, exige que esta indagación se conduzca inquiriendo por los supuestos, estructura o dinámica e implicaciones de este modelo de educación. Este modelo tiene toda su atención puesta en las soluciones técnicas, mediadas por el desarrollo tecnológico, en el desarrollo de destrezas y habilidades que se convierten en conocimiento implícito de alto valor (activos no tangibles), en el fortalecimiento de las capacidades para el incremento en la innovación y el emprendimiento y, en últimas, en el fortalecimiento de un modelo en el que prevalece el incremento del lucro. Esto, sin embargo, que parecía un ideal incuestionable en las épocas industriales, bajo la ideología del progreso ilimitado, ha sido cuestionado en los nuevos modelos sociales, en los que se perciben los límites del crecimiento y se plantean alternativas de desarrollo sostenible. En el mundo actual las relaciones no se definen tanto por la posibilidad de industrialización, sino por las exigencias del conocimiento (comunicación, innovación y creatividad).