Para que las relaciones pacíficas se gesten en la sociedad en general, es necesario estimular y cultivar la virtud del afecto en todas las esferas humanas, lo cual facilita la formación de culturas de paz. Este proceso de afecto es un pilar fundamental para desarrollar una adecuada autoestima en las personas, que contribuye considerablemente a la prevención de comportamientos agresivos. Al respecto, Maturana plantea que solo el amor expande la conducta inteligente al agrandar y mejorar las relaciones en que uno se dan: “[...] es una recomendación para vivir mejor en compañía [...] amar es la emoción que constituye y conserva la vida social” (Maturana Romesín, 2002, p. 56). Por su parte, Irene Comins Mingol en su investigación La ética del cuidado como educación para la paz, plantea que una cultura para la paz no puede darse sino con individuos que tienen adecuados autoconcepto y autoestima. En esta dirección, las teorías psicológicas han demostrado que muchas conductas antisociales son expresión de un malestar anímico. Por ello, una educación basada en el cuidado debe estar fundamentada en el cuidado a los otros y a uno mismo (Comins Mingol, 2003, p. 170).