La teología no puede ser ajena al uso de las ideologías para vehicular su pensamiento, si quiere ser pertinente y decir algo inteligente en los contextos culturales actuales. Después de varios años de confrontación, ataques y matices entre los representantes de la llamada teología europea y algunos representantes de la teología de la liberación en Latinoamérica, ha quedado la percepción de que para la teología clásica, representada de alguna manera por las dos instrucciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre algunos aspectos de la teología de la liberación1 , es necesaria una especie de purismo, neutralidad o asepsia ideológica, ya que cualquier ideología aplicada a la teología sería un intento de ‘acomodación’, y esto haría que la teología perdiera su objetivo principal de estar al servicio de la Iglesia