Cuando se produjeron los eventos del 20 de julio de 1810, la sede arzo- bispal de Bogotá estaba vacante desde hacía mucho tiempo. En este estado continuaría durante la cruenta y des- piadada expedición militar enviada por la corona española al mando de Pablo Morillo y durante los subse- cuentes hechos que llevaron al fin del dominio español en Nueva Granada. El 5 de diciembre de 1816 llega Juan Bautista Sacristán, quien había sido nombrado arzobispo desde 1804; sin embargo, fallece el 1 de febrero de 1817, es decir, apenas cincuenta y sie- te días después de su arribo a Santafé1 .