El título de esta intervención puede anunciar quizás un contenido a la vez teórico e histórico, general y particular, trivial y evidente. Porque interrogarse sobre la filosofía y el Estado es al mismo tiempo explorar las funciones que aquella cumple en nuestra sociedad. ¿A qué puede verdaderamente servir la filosofía en una sociedad periférica? Entre el Estado y la filosofía, ¿qué relación puede haber, o más bien, que ruptura? ¿Cómo reunir, sin caer en la mistificación de las amalgamas complementarias, ¿Estado y filosofía, cuando en algún momento de nuestra historia y de su coexistencia generalmente admitida se la ha tratado de conjurar como un peligro o como un arma de subversión? Evidentemente, no a una sino a varias respuestas, de las que a la vez surgirán nuevas preguntas, podría llevarnos dicha empresa.