Luego de visitar, asediar y dejarse asediar por la compañía amenazante, pero también por la potencia tremebunda de las bestias y dragones que constituían el motivo del anterior capítulo; agobiados al mismo tiempo por la pregunta de si esos monstruos no representan acaso la soledad misma; la extrema soledad de Nietzsche escribiendo el Zaratustra, el soberano Zaratustra, La bestia y el soberano que es Zaratustra, el eterno retorno y Zaratustra, dragones y héroes en franca lid, en magistral liza, en batalla ciclópea e indecidible; también el Super hombre y su dragón tenebroso, se sigue hilando este recorrido de alejamientos, el de Nietzsche mismo por esta época, tal como expresa en una carta desde Génova dirigida a Heinrich Köselitz el 27 de abril de 1883: “Por lo demás, me he propuesto adoptar este punto de vista: cuanto más se olviden de mí, mucho mejor será para mi hijo, que se llama Zaratustra. En consecuencia, me espera una vida aún más oculta que la pasada” (Nietzsche, 2010, p. 351).