En los diversos espacios cotidianos el ser humano se ve inmerso en múltiples interacciones que hacen que se relacione con otros, y por ende, que se enfrente con variadas maneras de ser, sentir y actuar en el mundo. Tal situación conlleva a buscar mecanismos que le permitan mantener una sana convivencia y la posibilidad de configurar espacios para el bien común. Estas dinámicas resaltan el ejercicio político como parte vital humana. Ya desde la antigüedad la política, como forma de vida, era considerada como una dimensión social y comunitaria de la inserción orgánica de la comunidad (polis), y por ello la participación activa y continuada estaba presente en sus ideales acerca de la naturaleza y funciones del Estado, de las instituciones democráticas y las formas de control social. Esta conciencia política como conciencia ciudadana y democrática ha ido desarrollándose en formas diferentes a través de la historia y de los diversos intentos de modelos de sociedad que quieren hacer de la participación el eje de la actividad política.