La última exhortación apostólica del papa Francisco, Gaudete et exsultate, desarrolla –con estilo llano y directo– la noción de santidad como llamado personal a la configuración con Cristo, mediante la participación en sus actitudes profundas (las bienaventuranzas) y de la práctica del discernimiento espiritual. Sin embargo, otras secciones, de tono polémico, parecen dirigidas a los críticos de Amoris laetitia y a su interpretación de la doctrina de Veritatis splendor sobre los absolutos morales. El silencio sobre esta encíclica y sobre la centralidad del Decálogo indica un desplazamiento de énfasis destinado a dar mayor espacio al discernimiento espiritual. Es preciso integrar ambas perspectivas para que, en el camino hacia la santidad, la libertad del creyente no se vea privada de referencias claras.