D urante el siglo XX, la obstetricia moder- nizó su práctica de manera radical como consecuencia de dos circunstancias: la seguridad inobjetable de la cesárea a partir del progreso vertiginoso del quirófano y la aparición del ultrasonido como una modalidad diagnóstica que redujo el azar de una práctica, otrora llena de sorpresas inesperadas (1).De esta manera, la esperanza para el siglo XXI es la desaparición de entidades que en otra época fueron determinantes de la mortalidad materno-perinatal (2): las molas gigantes, el recién nacido posmaduro, la coagulopatía del feto muerto y retenido, el fórceps alto, la situación transversa abandonada, el ectópico roto y la tormentosa eclampsia.Pero la llegada del siglo XXI, no solo trajo la bonanza del desarrollo tecnológico (3).El albor del milenio despuntó con la publicación de "Term Breech Trial" (TBT) (4), que propuso un cambio en el arte de la espera en la atención del parto en pelvis, como fue sugerido por Erick Bratch, desde la primera mitad del siglo pasado (5).El estudio TBT comparó la seguridad y la efectividad de la cesárea programada frente al parto vaginal electivo en pacientes con gestación a término y feto único vivo en presentación pelviana.La intervención quirúrgica se realizó a la semana 38, o antes en caso de trabajo de parto, en tanto que para las gestantes asignadas a parto vaginal se esperó el inicio espontáneo de la actividad uterina o la aparición de alguna indicación de inducción (v.g. postérmino).
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Maternal and Perinatal Health Interventions
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FuenteRevista Colombiana de Obstetricia y Ginecología