El escrito presenta una reflexión feminista sobre el acoso sexual en las universidades a partir del análisis de la aplicación del Protocolo contra la violencia de género en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (2017), para mostrar que los protocolos pueden servir a las autoridades universitarias únicamente como “etiquetas” de responsabilidad social y moralidad, e incluso pueden ser tomados como un desafío para los agresores y no como protección para las personas afectadas. Concluye que la eficacia de un protocolo depende de cambios profundos en la cultura institucional patriarcal que prima en las universidades.