La fundación del convento de Santa Rosa de Lima conllevó un largo proceso que se extendió entre finales del siglo xvii y principios del xviii. De manera semejante a la mayoría de las comunidades de monjas de Ciudad de México y Puebla, surgió inicialmente como beaterio, y luego, tras una serie de azarosas circunstancias logró transformarse de manera formal, por medio de la autorización real y papal, en un monasterio de clausura