El estado actual del discurso, como modalidad específica de la comunicación humana, ha perdido, en algunos escenarios políticos, religiosos y culturales, su vinculación efectiva con la realidad, es decir, ha quedado desprovisto de referentes existenciales que soporten la idealidad del discurso. Así las cosas, la vacuidad semántica del discurso humano se ha perpetrado en el estancamiento existencial del ser humano convirtiéndose en obstáculo de los procesos de transformación personal y social. Por tal motivo, se hace preponderante la necesidad de que la idealidad del discurso humano se haga real y efectiva en la persona interpelada por medio de la hermenéutica de la acción, de tal forma que los grandes sueños de la humanidad no queden solo fijados en la escritura, sino que logren incidir de manera efectiva en la vida de las personas que conforman el entramado social comunicativo del mundo actual.