El arte siempre se ha establecido como fenómeno primordial en la existencia de los individuos y de los grupos sociales, sobre todo en los procesos de construcción auténtica del pensamiento y del conocimiento. Se comprende el arte como forma de conocimiento diferente a lo que tradicionalmente han sido las formas racionales de acceder y producir el conocimiento. El arte como una forma universal del lenguaje se constituye en ámbito de desarrollo en la multiplicidad del mundo, a través de la cual el sujeto constituye sus pensamientos, sus saberes y su conciencia, para asumir, no solo desde lo subjetivo, sino desde las demás dimensiones del sujeto: mentales sensoriales, contextuales, en articulación dinámica con la percepción, la comprensión y la acción. Desde esta perspectiva epistemológica, el arte en la educación se estructura como forma de conocer y de generar conocimiento; y en este mismo sentido, se comprende que la Educación y Arte[1], es también un campo de conocimiento en el que toda educación y las artes, en particular las artes visuales, se posicionan como lugar de comprensión del sujeto, la sociedad y la cultura. Entender el arte en la educación es una forma de penetrar en el conocimiento, ya no solo como una práctica para desarrollar talentos, o desarrollar habilidades que son innatas de alguna manera en la persona, sino, entenderlo como una forma de lenguaje, y por ende, como una forma por la cual, a través de sus estrategias, procedimientos y productos, se desarrollan las inteligencias y las formas de mirar y representar el mundo.