Los tiempos modernos exigen una educación constante. Ahora no basta con una educación para la vida en el sentido estricto de vivir individual y socialmente a plenitud. El desarrollo económico, entendido como “el incremento del volumen de producción de bienes y servicios, basándose en el principio de que un crecimiento del producto interior bruto per cápita llevará a la reducción de la pobreza y un mayor bienestar general de la población” (Torres Solé y Allepuz Capdevilla, 2009, p. 546), demanda sujetos que, una vez terminada su educación media, inicien estudios de profesionalización y posgrados que permitan el acceso a oportunidades laborales potenciadoras del incremento de su capital económico y su capacidad de consumo. Lo que deviene en una dinámica en la que factores como educación −trabajo/producción-consumo− se muevan en una espiral ascendente que da la sensación de no encuentrar fin hasta tanto la capacidad productiva del sujeto ha finalizado.