Sin duda, es de vital importancia comprender que pertenecemos a un mundo en el que todo es susceptible de ser consumido; ingerimos toda clase de signos, de símbolos, de formas de ser, de formas de estar, de formas de comunicarnos, de formas de representarnos; que de alguna manera en el diario vivir van provocando naturalizaciones producto de su irreflexión y su condición acrítica. El artículo propone al lector, asumir una actitud de permanente alerta frente a lo que el mundo globalizado nos ofrece. Sugiere la necesidad de leer contextos en un marco de referencia que nos aboca al desenfreno y a la banalización. Ser capaces de replantear esa ética utilitaria por una capaz de atribuir al sujeto su verdadero papel protagónico es tarea que urge iniciar. Sin duda las aulas, ávidas por sembrar semillas de esperanza serán el lugar abonado desde donde transformar las nuevas realidades.