El objeto arquitectónico no es solo un elemento que tiene unas características físicas especiales, unos materiales (madera, metal, barro, piedra, hormigón), un volumen, un lenguaje, una forma y una expresión, una proyección en el tiempo (busca perdurar o es efímero) que lo identifica y lo diferencia de otros artefactos de la cultura material. Los ambientes construidos, los objetos arquitectónicos y el paisaje (el entorno en el que están situadas las edificaciones) tienen una dimensión social y una individual. De un lado, son expresión del grupo que lo habita, de sus aspiraciones y expectativas, de su manera de organizar el mundo, de su sentido de la estética (de sus patrones del gusto); y, de otro, reflejan la personalidad del individuo que lo ocupa. Están embebidos de una serie de significaciones, valores y representaciones. Poseen una estructura, un orden y una jerarquía que los que lo habitan reconocen como propia.