El artículo intenta precisar qué es el odio, deslindándolo de otros sentimientos como la ira y el resentimiento. A su vez, trata de examinar cómo está funcionando contemporáneamente el discurso del odio, cada vez de manera más abierta y desvergonzada, alentado por la xenofobia y por los fundamentalismos que se asientan en una visión conservadora del mundo; una visión que se niega a aceptar los cambios en las nociones de familia, género, etc. También señala cómo las redes sociales están propiciando dicho discurso o llevándolo hasta consecuencias donde pasa a ser un delito y las leyes pueden castigarlo.